Las palabras no alcanzan cuando lo que hay que decir desborda del alma.

domingo, 21 de agosto de 2011

Día del niño.

Supongo que definitivamente ya no lo soy. Un sólo regalo y feliz día recibí. Es extraño, pensar que hasta ayer era uno de los días que más esperaba cada año, entusiasmada hasta por ver "Un Sol para los Chicos". No me quejo de la etapa que vivo, la disfruto al máximo dentro de mis posibilidades, pero me causan demasiada nostalgia los tiempos donde con una Barbie y mi Winnie Pooh era feliz. Me gustaría volver un rato al menos, para recargarme de esa energía propia de la dulzura e inocencia de la infancia, recargarme de sueños, de sonrisas. Y por sobre todas las cosas, para perder la consciencia adulta que me invade cada vez más, dándole más espacio a esa esencia que me niego a perder. Será que quedó instalada en mi la idea de "si encontrás tu chiquita no la dejes ir, es tu mejor partecita para comprender como hay que vivir, porque en esa chiquita que eras tú, está siempre el ángel que guarda la luz".

(Lo más raro de esto, es que mientras escribo mi mamá me llama a ver dibujos de cuando pedía perdón con un arcoiris)

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