Las palabras no alcanzan cuando lo que hay que decir desborda del alma.

miércoles, 9 de junio de 2010

Cambios.


La vida puede cambiar de un segundo a otro. Para bien y para mal.
Cuando cambia para bien es hermoso, no hay mejor sensación que en el momento menos esperado suceda algo que nos colme de felicidad. Esos instantes queremos congelarlos para siempre, guardarlos, hacerlos eternos, que perduren en el tiempo. Y aunque el tiempo pase cuando los recordamos siempre se mantienen frescos, nos hacen sonreír, alegran el corazón, el alma.
Cuando cambia para mal, eso si que duele. Hoy estamos, mañana no. De repente aquello que era maravilloso, prometedor, se derrumba. Nada se puede hacer para modificarlo, es ajeno a uno mismo. Queremos que pase, que termine rápido, pero al contrario, se siente más lento, más pesado. Y tampoco se olvida, cuando lo recordamos nos remite el vacío, la angustia, hacen desaparecer la sonrisa.
De todas formas hay algo muy poco cuerdo, que cuesta comprender. Cuando hay cambios que parecen malos, y con el tiempo descubrimos que eran para mejor. Eso es aún más maravilloso. Así entonces hay que saber esperar, confiar, creer, soñar. No quedarse en lo malo, esperar siempre lo bueno. Grabarse que lo malo pasa, lo bueno llega. Y se queda, a veces más, a veces menos. Pero siempre con una garantía. Vuelve. Porque hay que tener presente, que puede llover meses enteros, la noche puede parecer larga. Sin embargo, el sol siempre vuelve a salir.
M.P.P.

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