Aquella que cuando la tarde amenazaba llover,
te esperaba con el alma prendida de un alfiler para abrirte su paraguas y con él, su corazón.
La que te decía "hola"...Y a la que decías "adiós"...
Cuántos metros soñolientos no habré dejado escapar por atravesar contigo las tripas de esta ciudad.
Vencí el vértigo a las cumbres por llegar a tu nivel.
Soy quien por ofrecerte agua cruzó desiertos a pie.
Por más que alargué los brazos nunca te llegué a tocar.
La que guarda tu recuerdo como un regalo de Dios en el libro de los sueños entre un "hola" y un "adiós".
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